Los derechos fundamentales de todo ser humano (La sanidad, la educación, la justicia, el derecho a una vivienda digna, a sacar adelante a una familia, a aspirar a una justicia real, accesible y gratuita...), nunca deberían ser objeto de negocio, especulación o privatización. Si un gobierno gestiona mal, cámbiese el gobierno. Pero que no se utilice la rentabilidad como argumento para el saqueo de los bienes públicos. Los derechos no tienen precio, ni son negociables.


jueves, 22 de diciembre de 2011

Educación, delicadeza y teléfono móvil

Suena ya a tópico eso de que nuestro primer mundo avanza más rápidamente en lo material que en lo espiritual, que adaptándolo a nuestro caso se podría interpretar en que tenemos extraordinarias herramientas pero no nos ha dado tiempo a desarrollar, y mucho menos a interinizar, unas reglas de comportamiento social con las que incluirlas en nuestra vida cotidiana.

Un ejemplo absolutamente cercano es el teléfono, y mucho más su reciente y extendidísima versión de teléfono móvil, sea de uso personal o profesional. En tal uso no solamente se abandonan en ocasiones las más elementales reglas de la educación, sino las otras, más olvidadas, de la delicadeza, cuya acepción más adecuada a este caso es, según el diccionario de la Real Academia: “Atención y exquisito miramiento con las personas o las cosas, en las obras o en las palabras.”

No hay cosa más triste, realmente, que ver a una pareja joven cuyo grado de incomunicación llega a la necesidad de tener que estar cada uno hablando con su móvil con terceras personas. Por otra parte, si se está con una persona y aquella está constantemente tecleando sus mensajes, o buscando conversaciones telefónicas, se puede deducir que el nivel de atención que se merece como acompañante es nulo, y que el interés que lo que se está diciendo, o que la propia compañía, despierta en el moviladicto, es más bien pequeño. Tanto peor si nos percatamos de que se está “retransmitiendo” nuestra conversación a una tercera persona sin nuestra anuencia.

Cuando se está en una reunión, principalmente si esta es de un nivel ejecutivo, no falta quien necesite establecer su conversación telefónica en medio de la misma, más probablemente para demostrar lo infinitamente necesario que es para sus subordinados o superiores, que por una auténtica urgencia. Por otra parte, no deja de ser, además, una falta de discreción el estar conversando (por mucho que uno se agache y se tape la boca en un burdo intento de hacer como que no quiere hablar) mientras el que está al otro lado del teléfono está escuchando, en segundo plano, lo que se dice en tal reunión, lo cual puede no ser nada recomendable profesional o personalmente para los demás participantes. No hablemos ya cuando la necesidad de hablar se da en cursos, clases, cines, etc…

Obviamente, se puede prescindir del teléfono. Obviamente, cuando alguien, con el cargo que sea, entra en una reunión, el mundo puede prescindir de él durante el tiempo que esta dura, tanto por respeto al resto de asistentes como a la real concentración y dedicación al tema tratado por parte de uno mismo. Normalmente, quien no tiene reparos en establecer una conversación telefónica molestando, evidentemente, al resto de reunidos, es porque tampoco tiene reparo en mantener conversaciones paralelas con otros asistentes a la reunión, dentro de ese vicio tan nuestro de no respetar al que habla ni a los que escuchan. Y no deja de ser una falta de respeto para los asistentes eso de: “Me tienen que llamar”, como aviso. Pues que se esperen, oiga, si no es vital.

¿Y qué decir de aquellos que te conceden su precioso tiempo (profesional, comercial, personalmente, etc) y que cuando consigues acceder a su franja de atención resulta que tienen, inexcusablemente, que hablar con alguien? El bonito detalle, si no se ha podido silenciar el teléfono antes, de decir “Ahora estoy reunido, luego te llamo” será recibido, sin duda, como una muestra de respeto por el que quiere decirnos algo, mientras que cualquier discurso, cualquier petición, cualquier conversación que se ve interrumpida por las “conversaciones urgentes-paralelas” es automáticamente desvirtuado, posiblemente con un sentimiento del que intenta comunicar algo a la persona tan ocupada de que es inútil el esfuerzo y que a aquella le importa un rábano lo que le ibas a decir.

No nos han enseñado normas para eso, porque quienes ahora usamos y sufrimos los teléfonos fuimos a escuela antes de que se impusieran de tal manera. En la época de los fijos y las/los secretarias/os era de buen estilo decir, cuando alguien nos visitaba, eso de: “No me pases llamadas, que estoy reunido”. Una muestra de delicadeza y de respeto hacia aquel con el que nos reuníamos. Ahora hay quien parece que está deseando que le llamen mientras hablamos con él, puesto que la exigencia de telecomunicación parece un nivel de rango en determinadas organizaciones.

Si es que tenemos un jefe que exige que se le conteste inmediatamente (También los jefes pueden ser seres absolutamente exentos de la menor delicadeza) y caemos en tal sumisión, habremos de soportar llamadas en horas intempestivas, momentos íntimos, viajes, etc. El teléfono ha de ser una herramienta para servirnos, no al revés.

Por eso parece procedente resumir unas elementales normas:

1 – Cuando estés hablando con alguien, es una falta de respeto iniciar una llamada (“Perdona, pero es que tengo que llamar justo ahora”) o continuar una entrante. Dí que estás ocupado y que te vuelvan a llamar INDEPENDIENTEMENTE DE QUIEN SEA LA PERSONA CON LA QUE ESTÁS HABLANDO, puesto que todos merecemos el mejor trato, sea un superior o un subordinado, la dignidad ha de ser la misma para todos.

2 – Si entras en una reunión, pon el teléfono en silencio. Si te llaman, y tienes que hablar realmente de manera urgente, SALTE DE LA REUNIÓN PARA HABLAR POR TU MÓVIL. No hagas tragar a los demás tu conversación, bien como fondo de la reunión general o bien, dado tu tono de voz, como una muestra de lo importante que te crees y de lo maleducado/a que en realidad eres. Y no des oportunidad a que quien está al otro lado de la línea pueda escuchar algo que no procede.

2 – Cuando estás en autobuses, trenes, salas de espera, etc., y estás con una conversación, hay mucha gente que se está enterando de tu vida. Y puede no interesarles para nada. O puede interesarles demasiado los detalles que expones. Parece que hay demasiadas personas que no ven como pérdida de intimidad contar su vida privada en un foro público, pues aunque se lo esté diciendo a quien está a la otra parte del teléfono, está escuchando todo el mundo que hay alrededor.

Así se podrían exponer muchas mas situaciones que todos vivimos y conocemos diariamente, y las normas se pueden resumir en que hay que dar prioridad a la comunicación directa y a que hay que tener respeto tanto a nuestro interlocutor como a quien nos rodea.

Esto es puro sentido común, pura delicadeza. Pero hay mucho cultivo de la enseñanza y los valores tecnológicos y poco de la enseñanza y los valores humanísticos. Tendremos que ir corrigiéndolo entre todos para mejorar nuestra sociedad.

Educació, delicadesa i telèfon mòbil

Sona ja a tòpic això que el nostre primer món avança més ràpidament en el material que en l'espiritual, que adaptant-ho al nostre cas es podria interpretar que tenim extraordinàries ferramentes però no ens ha donat temps a desenrotllar, i molt menys a interioritzar, unes regles de comportament social amb què incloure-les en la nostra vida quotidiana.

Un exemple absolutament pròxim és el telèfon, i molt més el seu recent i exestesíssima versió de telèfon mòbil, siga d'ús personal o professional. En el seu ús, no sols s'abandonen de vegades les més elementals regles de l'educació, sinó les altres, més oblidades, de la delicadesa, l'accepció de les quals més adequada a este cas és: “Atenció i exquisit mirament amb les persones o les coses, en les obres o en les paraules.”

No hi ha cosa més trista, realment, que veure a una parella jove el grau d'incomunicació de la qual arriba a la necessitat d'estar cada un parlant amb el seu mòbil amb terceres persones. D'altra banda, si s'està amb una persona i aquella està constantment teclejant els seus missatges, o buscant conversacions telefòniques, es pot deduir que el nivell d'atenció que es mereix com a acompanyant és nul, i que l'interés que el que s'està dient, o que la pròpia companyia, desperta en el •mòbiladicte", és més aviat xicotet. Molt pitjor si ens adonem que s'està “retransmetent” la nostra conversació a una tercera persona sense la nostra anuència.

Quan s'està en una reunió, principalment si esta és d'un nivell executiu, no falta qui necessite establir la seua conversació telefònica enmig de la mateixa, més probablement per a demostrar l'infinitament necessari que és per als seus subordinats o superiors, que per una autèntica urgència. D'altra banda, no deixa de ser, a més, una falta de discreció estar conversant (per molt que un s'acatxe i es tape la boca en un bast intent de fer com que fa que no vol parlar) mentres el que està a l'altre costat del telèfon està escoltant, en segon pla, allò que es diu en tal reunió, la qual cosa pot no ser gens recomanable professional o personalment per als altres participants. No parlem ja quan la necessitat parlar es dóna en cursos, classes, cines, etc…

Òbviament, es pot prescindir del telèfon. Òbviament, quan algú, amb el càrrec que siga, entra en una reunió, el món pot prescindir d'ell durant el temps que esta dura. Normalment, qui no té inconvenients a establir una conversació telefònica molestant, evidentment, a la resta de reunits, és perquè tampoc té inconvenient a mantindre conversacions paral•leles amb altres assistents a la reunió, dins d'eixe vici tan nostre de no respectar a qui parla ni als que escolten. I no deixa de ser una falta de respecte per als assistents això de: “M'han de telefonar”, com a avís. Llavors que s'esperen, escolte, si no és vital.

I què dir d'aquells que et concedixen el seu preciós temps (professional, comercial, personalment, etc) i que quan aconseguixes accedir a la seua franja d'atenció resulta que han, inexcusablement, de parlar amb algú? El bonic detall, si no s'ha pogut silenciar el telèfon abans, de dir “Ara estic reunit, després et telefone” serà rebut, sens dubte, com una mostra de respecte per qui vol dir-nos alguna cosa, mentres que qualsevol discurs, qualsevol petició, qualsevol conversació que es veu interrompuda per les “conversacions urgents-paral•leles” és automàticament desvirtuat, possiblement amb un sentiment de què intenta comunicar alguna cosa a la persona tan ocupada que és inútil l'esforç i que a aquella li importa un rave el que li anaves a dir.

No ens han ensenyat normes per a això, perquè molts dels que ara usem i patim els telèfons vam anar a escola abans que s'imposaren de tal manera. En l'època dels fixos i les/els secretàries/s era de bon estil dir, quan algú ens visitava, això de: “No em passes telefonades, que estic reunit”. Una mostra de delicadesa i de respecte. Ara hi ha qui pareix que està desitjant que el truquen mentres parlem amb ell, ja que l'exigència de telecomunicació pareix un nivell de rang en determinades organitzacions.

Si és que tenim un cap que exigix que se li conteste immediatament (També els caps poden ser absolutament exempts de la menor delicadesa) i caiem en tal submissió, haurem de suportar telefonades en hores intempestives, moments íntims, viatges, etc. El telèfon ha de ser una ferramenta per a servir-nos, no al revés.

Per això pareix procedent resumir unes elementals normes:

1 – Quan estigues parlant amb algú, és una falta de respecte iniciar una telefonada (“Perdona, però és que he de telefonar just ara”) o continuar una entrant. Digues que estàs ocupat i que et tornen a telefonar INDEPENDENTMENT DE QUI SIGA LA PERSONA AMB QUÈ ESTÀS PARLANT, ja que tots mereixem el millor tracte, siga un superior o un subordinat, la dignitat ha de ser la mateixa per a tots.

2 – Si entres en una reunió, posa el telèfon en silenci. Si et telefonen, i has de parlar realment de manera urgent, SURT DE LA REUNIÓ PER A PARLAR PEL TEU MÒBIL. No faces engolir als altres la teua conversació, bé com a fons de la reunió general o bé, donat el teu to de veu, com una mostra de l'important que et creus i com de maleducat/da que en realitat eres. I no dónes oportunitat a què qui està a l'altre costat de la línia puga escoltar quelcom que no és procedent.

3 – Quan estàs en autobusos, trens, sales d'espera, etc., i estàs amb una conversació, hi ha molta gent que s'està assabentant de la teua vida. I pot no interessar-los per a res. O pot interessar-los massa els detalls que exposes. Pareix que hi ha massa persones que no veuen com a pèrdua d'intimitat contar la seua vida privada en un fòrum públic, perquè encara que li ho estiga dient a qui està a l'altra part del telèfon, està escoltant tot el món que hi ha al voltant.

Així es podrien exposar moltes mas situacions que tots vivim i coneixem diàriament, i les normes es poden resumir que cal donar prioritat a la comunicació directa i que cal tindre respecte tant al nostre interlocutor com a qui ens rodeja.

Açò és pur sentit comú, pura delicadesa. Però hi ha molt de cultiu de l'ensenyança i els valors tecnològics i poc de l'ensenyança i els valors humanístics. Haurem d'anar corregint-ho entre tots per a millorar la nostra societat.

EL PODER DE MOBILITZACIÓ SOCIAL DE LES NOVES XARXES DE COMUNICACIONS

Ara tenim de plena actualitat aquest tema: Hem conegut allò que es diu “La primavera árabe”, que és com dir el despertar de les llibertats en uns pobles els quals no han conegut, ni gens ni mica, tot això de la democràcia i les facultats inherents d’exercici d’uns drets pràcticament inexistents en la seua realitat. I ens diuen que les xarxes de comunicacions han tingut un paper força important en la seua consecució.

També hem viscut – i patit – fa d’això molt pocs dies – com el politics i els seus equips dediquen cada vegada més esforços a intoxicar aquestes xarxes amb el seu “marqueting”, tot i fent créixer el poder aparent de la gent la qual es situa a l’altre costat, davant del seu ordinador. A més a més, les televisions i en general els diaris presten cada vegada més atenció a la seua part “digital”, que – tot s’ha de dir – els atorga molta matèria per omplir els seus espais.

¿És en realitat tan democràtica “La Xarxa”? ¿Tenim, realment, tanta llibertat amb les noves ferramentes digitals? Han assolit els pobles, amb aquest instrument, un nivell d’igualtat en allò que respecta a la llibertat de comunicar els seus pensaments, les seues preferències? Hi ha les mateixes oportunitats per a accedir a les xarxes de comunicacions en els diferents llocs? Hi ha un excés d’esperança en uns instruments que, com tot, es poden controlar per les organitzacions que realment controlen l’economia (la qual cosa vol dir controlar també la política i els governs)?

Realment, no. No tota la gent té la mateixa oportunitat per a accedir a les xarxes: Hi ha importants diferències econòmiques, educatives i, clarament, polítiques. I no cal parlar de les diferències de sexe en –precisament – els mateixos llocs on sembla que, amb més força, les dites xarxes han fet eixir als pobles al carrer per a canviar els seus polítics