Los derechos fundamentales de todo ser humano (La sanidad, la educación, la justicia, el derecho a una vivienda digna, a sacar adelante a una familia, a aspirar a una justicia real, accesible y gratuita...), nunca deberían ser objeto de negocio, especulación o privatización. Si un gobierno gestiona mal, cámbiese el gobierno. Pero que no se utilice la rentabilidad como argumento para el saqueo de los bienes públicos. Los derechos no tienen precio, ni son negociables.


miércoles, 26 de febrero de 2014

Música recomendada: Barroco en la Corte de Saboya

Musiques a la cour de Savoie¿Conocéis la música de Gaetano Pugnani? ¿Y la de Quirino Gasparini?  Pues un ejemplo de ellas, además de las de  Giovanni Batista Viotti
Bernardino Ottani y Giovanni Losenzo Somis podemos disfrutarla en este disco: Músicas de la corte de Saboya, absolutamente recomendable, ademas de que en los enlaces que os he puesto podéis acceder a algunos vídeos de Youtube con interpretaciones de algunas preciosas partituras.

¿Qué sabemos del Ducado de Saboya?  Poco, en realidad, a la altura de nuestra historia. Pero es importante conocer las cunas de nuestra cultura europea y los lugares donde se cultivaba esa maravilla que es la música.

Que lo disfrutéis. Buenas noches y buena suerte

domingo, 16 de febrero de 2014

Música recomendada: Sakuhachi - Hoyama Honkyoku

Camino de Santiago a Finisterre, octubre de 2003. Un joven italiano camina junto a nosotros con una flauta y un perro (¿eso que los neofachas llaman ahora "perroflautas"?), intentando sacar algún sonido más o menos armónico de su instrumento. Le condenamos a la soledad durante el camino, pues preferimos oir cualquier otra cosa. El hombre sigue, absorto en su búsqueda.

Llega la noche. Es húmeda y muy fria. En el prado que hay fuera del albergue nuestro amigo sigue soplando en su flauta. Hemos cenado con su "música" e intento sustrarme al deseo generar de callarle a pedradas. Me acerco, y me siento un rato junto a él. Entonces veo que su flauta es un shakuhashi. Le pregunto. No tiene ni idea, se la ha encontrado, y desde entonces está maravillado con su sonido (o lo que puede sacar de ella). No sabe lo que es el Zen, no sabe nada de la cultura japonesa. Pero hace el Camino con su perro y con su flauta. Empezamos bien.

Empiezo a contarle cosas: Le hablo del Budo, del budismo Zen. Se engancha. Acabo hablándole de Akira Kurosawa, porque a través de algunas de sus películas puede acercarse al entorno que generó su instrumento exótico. En cuanto pueda, las buscará.

Hablando he conseguido alejarle del albergue. Los otros peregrinos me lo agradecerán, porque es ya la hora de dormir. Llegamos a un prado estupendo. Hay una luna preciosa, estamos entre montañas. Huele a hierba húmeda. Y allí el nuevo monje flautista se queda con su flauta, envuelto en su poncho, en esa mezcla de meditación y música que se consigue con un shakuhashi. Si supiera tocar, ya sería estupendo.

Un joven con cresta y poncho, una flauta (un shakuhashi, distingamos) y un perro. ¡Cuanta sensibilidad!. Y cuanto necio meapilas y bienpensante puebla nuestra encorbatada sociedad, que clasifica y prejuzga a las personas sin sentarse con ellas a ver la luna, oler la hierba e intentar sacar sonido de una flauta que álguien trajo desde Japón para perderla en el Camino de Santiago y que se la encontrara este bendito.

Nos hacen falta más tocadores de sakuhachi y menos tocadores de otras cosas. Eso es lo que nos pasa.

Os recomiendo, por ejemplo, la música de Katsuya Yokoyama. Es música para meditar, para relajarnos, para acercarnos a otras culturas con otros valores.

Os dejo con una algunos vídeos ilustrativos . Otro día hablaremos del koto.

miércoles, 12 de febrero de 2014

Pequeños relatos: Un atardecer por la ventana

Acarició por enésima vez la foto que estaba en la estantería, junto a la ventana. Era su marido. Murió hace mucho, mucho tiempo, pero ella no le olvida.

Fueron muchos años juntos, desde los 17. Los dos tenían prácticamente la misma edad, y se conocieron en el Madrid cercado por las tropas franquistas, en plena guerra civil, huyendo de los bombardeos de “Las Pavas”, tres bombarderos oscuros, altos, siniestros, que todas las tardes venían a dar a los madrileños “recuerdos” de la España Nacional salvadora, y dejaban un rastro de niños y mujeres muertos. Porque los hombres estaban en las trincheras, en la Casa de Campo, en la Ciudad Universitaria, defendiendo la democracia.

Él pensaba que tarde o temprano le iban a llamar a filas, porque a la República le faltaban hombres. Trabajaba en una farmacia, y se había hecho experto en remedios caseros para paliar la falta de medicinas. Su mayor pesar era no poder estudiar, y su mayor sueño era, y fue durante toda su vida, haber sido abogado. Sus hermanos mayores estaban en el frente, cada uno en un bando, donde les había pillado la guerra. Su hermana mayor estaba desaparecida en la Castilla “nacional”, sin que supieran nada de ella desde Julio del 36.  Tenía que ir, varias veces por semana, en tren hasta Aranjuez – raras veces podían llegar – a buscar entre los campos algo de comida. Cada trayecto era interrumpido por los ametrallamientos de la aviación franquista: No era procedente que aquellos madrileños, por muy civiles que fueran, pudieran acceder a ningún tipo de alimento, aunque fueran rastrojos cercanos a la vía.

Lo que más recordaba él de aquella época, lo que más le pesaba, era ver cómo su madre lloraba cuando no tenía qué ponerles para comer, a su hermano pequeño y a él. Conseguir un puñado de lentejas con gusanos era una fiesta. Y la mujer guardaba en la despensa, como si fuera oro, un bote de azúcar, ya amainado, del que de vez en cuando daba una cucharada a sus hijos. Ella y su marido nadie sabía de qué se alimentaban.

Su padre, Julián, estaba asustado, atemorizado. Había sido un empresario más o menos floreciente en el Madrid de los 30, con varias operarias envasando azúcar en  un revolucionario  producto que había sacado:
Sobrecitos de azúcar, mono dosis, para los bares. No lo patentó, entonces no se usaban esas cosas. Habían tenido coche, que se lo incautó el Frente Popular y ahora circulaba por Madrid cargado de milicianos armados y con la carrocería pintada con rótulos de la CNT. Y el hombre no dormía, pensando que cualquier noche algún grupo de esos, quizás en su propio coche, podía venir a por él, a darle “el paseíllo”, como le había pasado a alguno de sus amigos. Aparecería unos días después con un tiro en la nuca en alguna cuneta, para mayor gloria de una revolución que se les había ido de las manos a todos.

Ella estaba relativamente mejor. Era una preciosidad para su edad, lo cual iba a ser un problema tras la guerra cuando Madrid se llenara de legionarios victoriosos y de tropas moras con carta blanca, como les pasaría a tantas otras chicas, que pasaron de no poder salir por los bombardeos de Franco a no poder salir por miedo a los soldados franquistas. Pero durante la guerra su familia sí que comía, más o menos: Su padre  era mayorista en el mercado central madrileño, y siempre había patatas disponibles, al menos. Y en cuanto podía, distraía algunas para pasárselas a su novio.

La familia de ella no temía. Muchos peces gordos republicanos debían “favores” a su padre, Manolo, generalmente en forma de sacos de patatas u otros lujos en una ciudad sitiada. La igualdad revolucionaria terminaba cuando se trataba de llevar comida a casa, y aquellos sacos de comida se repartían en el mayor de los secretos, para que nadie viera que aquellos que lideraban a los que se incautaban de los bienes de los demás para mayor gloria de la revolución internacional almacenaban a escondidas comida sin que se enteraran los suyos. Miserias humanas, pero a Manolo le debían así dos cosas: la comida y el silencio. Y gracias a eso, Manolo sobrevivía en aquel Madrid republicano y sobrevivió después en el Madrid de la postguerra: Unos sacos de patatas dan mucha garantía política, y vestían cualquier currículum.

Su madre, Isabel, había venido muy jovencita, a los 12 años, desde el pueblo a servir a Madrid. Entonces eran afortunadas las familias de los pueblos castellanos que conseguían “colocar” a sus hijas sirviendo en Madrid, en alguna “casa bien”, simplemente a cambio de comida y cama, sin sueldo, vacaciones ni ningún tipo de derecho. Eran las sirvientas, que como mucho podían aspirar a hacer una buena boda con algún soldado – era el clásico – que “las sacara de servir”.

Isabel se había distinguido desde siempre por su arte en la cocina: Resultó ser una cocinera excelente, y con el tiempo muy cotizada entre las familias pudientes de Madrid. Llegada la guerra, ninguna de estas familias se atrevía a mantener el servicio, y más si tenía fama de “roja”, porque Isabel, por más que intentara adaptarse, no podía disimularlo. Así que ahora hacía de ama de casa.

Ella decía que había venido en el pueblo monárquica, pero que los monárquicos le hicieron republicana. Había visto tantas cosas en aquellas “casas bien” de “familias bien”, que cualquiera de los “clientes” revolucionarios de su marido eran puros corderillos  ante su fervor. Más tarde, paradojas de la vida, y necesidad de supervivencia, fue “invitada” por las autoridades franquistas, una vez acabada la guerra, para ser la cocinera de la embajada italiana, donde tuvo que tragarse las tremendas fiestas que los fascistas de Mussolini celebraban como aliados victoriosos del Caudillo, con total licencia para todo, todo. Isabel volvía a su casa asqueada, y los franquistas estaban tan embriagados de victoria que no temían  que sus simpatías republicanas amenazaran el resultado de sus guisos. Aunque, como Isabel decía, “A estos cabrones no les importaría nada si envenenara a tanto hijo de Mussolini”.  Porque, en realidad, los franquistas estaban muy, muy hartos de las fantasmadas italianas y de su nula eficacia bélica. Pero les debían mucho material y mucha ayuda, y no estaba la cosa internacional como para enemistarse.

Continuará

martes, 11 de febrero de 2014

Carta abierta al Sr. Rajoy

Señor Rajoy, con todos los respetos:

Como tantos otros ciudadanos españoles, después de ver su Telediario (ese de la 1) nos sentimos absolutamente conmocionados, emocionados, impresionados, impactados, suliveyados  y no sabemos cuántos *.ados más  viendo la preocupación que ahora siente por la racionalización de la Administración Pública, que le ha impulsado, en un alarde de su apertura tradicional, a compartirlo con algunos ministros de otros países, sin duda tan interesados como usted en mejorar lo suyo.

Queremos creer, de la indudable perfección que destilan todas sus actuaciones – siempre y cuando la nefasta herencia recibida de Zapatero se lo permite – que ha consensuado tal reforma con los representantes de los trabajadores de dicha Administración, y que no será, como dicen las pérfidas lenguas de algunos malvados izquierdistas, un apaño más para despedir funcionarios molestos, para rebajar plantillas y para facilitar privatizaciones. Todos sabemos que esa no es su intención ni la de los suyos, que nunca han tomado los gobiernos nacionales, locales, autonómicos, etc. como lugar donde medrar.

Queremos creer también que todos estos años en los que usted y su partido han gobernado tanto en el estado como en muchas de las Autonomías, Diputaciones, Ayuntamientos, etc, han tenido, desde el primer momento, la misma intención, y que todos esos casos de aparente corrupción que los maliciosos medios de comunicación mediatizados por intereses espurios nos muestran, y que algún pérfido juez no controlable se obstina en investigar,  no han sido sino fallidos intentos de encontrar el medio idóneo de racionalizar, sobre todo el camino del dinero. Podía temerse algún ciudadano malpensado o de torticera mente que será a partir de ahora cuando, bajo esta cortina de “Racionalización” intenten ustedes empezar el verdadero saqueo de lo que queda de bienes públicos, creyendo que hasta ahora no se habían empleado a fondo. Y es que pudiera ser que pareciera que piensen que se les está acabando el tiempo, y que, como usted familiarmente diría “en la intimidad”,  “socialista el último”. O sea, a espabilarse, que se acaba la tortilla.

Mentira subversiva, somos conscientes. Porque seguro que ahora, ya mismo, quizás hace un rato, usted ha dado instrucciones tajantes a su partido y sucursales “provinciales” para que cesen los desembarcos de enchufados, mensajeros, correveidiles, amigos de, etc… en esos puestos clave de nuestras administraciones en los que se nos ha colocado gente sin más mérito que ser útil a su partido, o a la camarilla de su partido que toca, o por “llevar la agenda” más o menos salerosamente a algún donjuanesco alto cargo. Porque todos sabemos, Sr. Presidente, que esos cambios tajantes de ministros, consejeros, directores generales, asesores, etc, no suelen obedecer a problemas de eficiencia en la conducción de la Administración Pública, sino a simpatías, antipatías y conveniencias de las corrientes emergentes: Hoy suben los “Muycrisitianos”, mañana suben los “MásCristianosTodavía”, pasado suben los otros, etc.  Y en esos movimientos tectónicos en los que se pone al frente de los departamentos de la Administración, en un gran porcentaje (Hay gente válida, todo hay que decirlo, cuestión de estadística), a inútiles demostrados o a gente que dedica sus esfuerzos a mantenerse en el machito, él, sus amigos y su partido, todos sabemos que la culpa de la ineficiencia resultante es de los funcionarios o trabajadores a su cargo, y que por tanto hay que elaborar campañas de prensa  que desprestigien al trabajador de lo público y justifiquen, así, la reducción de sus sueldos, el empeoramiento de sus condiciones de trabajo y la privatización de aquellos servicios públicos cuya plusvalía es golosa para las empresas amigas.

También tendrá presente usted, ahora que se ha puesto a pensar en el tema, que tanto cambio de dirigente, de directrices, etc., engendra una inestabilidad tremenda en lo que significa desarrollo y seguimiento de proyectos, algunos muy caros. Y que si viene uno que para lo que el otro ha empezado, para poner en marcha su propio proyecto, sin que medie interés público o de estado, sino – pensemos para bien – propia subjetividad, nos cuesta a los ciudadanos muchos millones, no solamente en cosas hechas y abortadas, sino en horas de trabajo perdidas, indemnizaciones, etc.

Queremos pensar, Sr. Presidente, que a partir de ahora todos ustedes preguntarán a los profesionales de la Administración Pública, que los hay muy válidos, a los que presuntamente han visto hasta ahora como molestos testigos de sus tejemanejes, cómo se tienen que hacer las cosas para que salgan bien, sin tener que gastar millones en costosas consultoras, por muy realmente avaladas que vengan. Queremos pensar que sus esfuerzos, sus trabajos, sus directrices serán para el bien de todos los españoles, por igual, sean de autonomías más o menos contestatarias o mansas.

Quisiéramos creer, cuando oímos a usted y a los suyos, que son gente de fiar. Pero en realidad cuando oímos sus palabras vemos padecer a los débiles, anularse derechos, beneficiar intereses partidistas y de los otros, privatizar servicios esenciales, vender patrimonio público, interpretar la Administración Pública como una agencia de colocación de propios y de represión de extraños. Y nos va a costar mucho  llegar a creer lo que quisiéramos poder creer.

Quizás el problema, Sr Presidente, no sea reformar la Administración Pública, sino reformar la Administración de lo Público. Por lo tanto, desde la seguridad de que usted y los suyos desean lo mejor para España, y partiendo de que piensan que esa España para lo que ustedes desean lo mejor es la España de todos los españoles, convoque usted al resto de los partidos, reformen la Constitución, sometan la Monarquía a Referéndum (Probablemente saliera, y saldría muy reforzada), cambien la ley electoral para eliminar las listas cerradas y háganos un país realmente moderno y democrático, Sr. Rajoy. Así valdrá la pena meterse en reformar una Administración que no es el mal, sino el síntoma.

Entonces sí que le creeremos. E incluso puede ser que le queramos.

Muchas gracias por su atención.

domingo, 9 de febrero de 2014

¿Veían en el Piamonte medieval nuestros telediarios?

No os perdáis estos versos:

Quantus tremos est futurus
Que terror nos invadirá
Quando iudex est venturus
Cuando venga el Juez
Cuncta stricte discussurus
Para examinar todo rigurosamente!


Liber scriptus proferetur
El libro de diario será aportado
In quo totum continetur
El cual todo contendrá
Unde mundus iudicetur
Sobre lo que la gente será juzgada


Index ergo cum sedebis
Cuando el juez abra su audiencia
Quidquid later apparebit
Todo lo oculto será conocido
Nil inultum remanebit
Y nada quedará impune


Rex tremendae maiestatis
O, Rey, de gran majestad
Qui salvandos salvas gratis
Tu que puedes salvar por tu Gracia
Salva me, fons pietatis
Sálvame, Oh fuente de misericordia

Son de la Edad Media, del "Codex de Staffarda", que recoge obras de entre los siglos XV y XVI. ¿Cónocían ya lo del Caso Noos? Estas y muchas más informaciones en una próxima entrada. Tachaaaaannn.

jueves, 6 de febrero de 2014

Música recomendada: Beloved Chinese Songs

Está de moda China. Vimos hace poco la celebración del Nuevo Año Chino, y seguro que alguno de vosotros ya habréis estado, como mis añorados amigos de la Escuela Tantien, que no sólo van, sino que se traen parte.

Pero poco sabemos, en general, de la música china. Obviamente, hay una gran variedad de ella debido tanto a la inmensidad de su territorio como de su cultura.

The Chinese Music Ensemble of New York nos ofrece en este disco: Beloved Chinese Songs una preciosa selección que puede acompañarnos en el viaje hacia su cultura. Hablaremos más de estas músicas también.

Para que no me llaméis pesado con el Barroco. Gracias con vuestra compañía y buenas noches.

martes, 4 de febrero de 2014

Música recomendada: Giacomo Carissimi - Cantatas y motetes

Giacomo Carissimi es quien primero introduce la cantata en la música religiosa, y como ejemplo tenemos este disco de cantatas y motetes grabado por Concerto delle Donne, en el que podemos también encontrar obras de Frescobaldi, Kapsperger y Rossi. Interesante para conocer el temprano barroco y disfrutar de un maravilloso concierto.