Los derechos fundamentales de todo ser humano (La sanidad, la educación, la justicia, el derecho a una vivienda digna, a sacar adelante a una familia, a aspirar a una justicia real, accesible y gratuita...), nunca deberían ser objeto de negocio, especulación o privatización. Si un gobierno gestiona mal, cámbiese el gobierno. Pero que no se utilice la rentabilidad como argumento para el saqueo de los bienes públicos. Los derechos no tienen precio, ni son negociables.


lunes, 8 de octubre de 2012

Pisos de estudiantes: Raimon en el patio

Mi barrio era un barrio de gente bien, hace más de treinta años. Gente bien y acomodada, empresarios y bienestantes de mucha misa y señoras emperifolladas, de pieles, abrigos marrones y gafas de sol. Hay locales religiosos de varias tendencias: Ultras, menos ultras y burguesi-progres. Las horas de salida de misa siguen siendo espectaculares, pero ya menos.

Y es que el barrio ha ido mutando: Los hijos e hijas de los matrimonios bien hicieron sus vidas en otras ciudades o en colonias de adosados o chaletitos, todos con su titulito universitario y un más o menos buen matrimonio, muchos con su divorcio y todo. Los señores fueron muriendo, algunos antes o después que sus empresas, y el barrio se fue poblando de honorables viudas, que seguían bajando a la calle con sus abrigos marrones, sus peinados de peluquería semanal y algunas con sus "sirvientas", porque alguna las podía conservar. En la calle les esperan todavía velociraptoras de etnia innombrable que pasan de pedirles un euro a exigirles que les paguen las facturas, y alguna señorona asustada deja que le vuelen 50 € del monedero confiadamente abierto. Transferencia de capitales, de los más favorecidos a los menos favorecidos, se dirá de forma políticamente correcta. Pura y simple extorsión disfrazada de mendicidad cuando se ve de cerca. 

Pero las señoras van muriendo. Y sus hermosos pisos de 140 m2 quedan disponibles. En algunos casos - pocos - se venden o alquilan a familias normales que hacen vida normal. En otros, muchos, los hijos o familiares lejanos prefieren alquilarlos a estudiantes, y ahí viene la colisión. Porque en un piso tal caben muchos estudiantes. Y aunque fueran civilizados (casos hay) es muy difícil que tanta gente, más los invitados/as que suelen tener, no hagan un ruido forzosamente molesto para quienes tienen que levantarse a trabajar temprano, o tienen niños pequeños, o enfermos en casa.

Yo también he sido estudiante, y a mucha honra. Pero me da la sensación de que ya no existe ese prurito de civilidad y pasión por la cultura que se daba por supuesto (bárbaros ha habido siempre) a quien formaba parte de la Universidad. Lamentablemente, poco ejemplo de civismo y respeto a los demás he podido ver en las diversas ediciones de pisos de estudiantes que he podido conocer, más o menos de cerca. Obviamente, ha habido excepciones, claro. Pero me admira la escasa formación cívica de muchos de los que llegan a los estudios universitarios, los gritos, los ruidos a horas extemporáneas, las malas respuestas a quien legítimamente defiende su derecho al descanso, la ignorancia de todo respeto a la convivencia.

Ignoro quien ha imbuido en las oleadas de determinada juventud que por el hecho de ser estudiantes tienen derecho a divertirse sin reparar en las molestias ajenas. Parece natural que ellos empiecen a vivir a partir de la 1 de la madrugada, cuando las familias medias - que pagamos con nuestros impuestos gran parte de sus estudios - estamos intentando dormir porque al día siguiente tenemos que trabajar, se tenemos aún esa suerte. ¿Por qué pasan cantando a gritos las niñas y los niños - como tal se comportan por muy universitarios que sean - a las tantas de la mañana? ¿Por qué se quedan jugando al fútbol en la calle? ¿Dónde se han educado los "universitarios" de hoy día. Porque muchos vienen de colegio de pago, de familias bien, pero la educación sigue ausente.Así que no le echen la culpa a la enseñanza pública, sino todo lo contrario.

Hace años, cuando llegó la democracia, tuve un mal presentimiento cuando el estado que se organizó permitía que los adolescentes se aburrieran bebiendo en las aceras. Las "Movidas de la Dipu", los festivales oficiales y privados, las fiestas y festivales más o menos electoralistas, han ido sembrando en la juventud la idea de que tienen derecho a divertirse, caiga quien caiga, a la hora que sea, a veces con la complicidad institucional de partidos desesperados por captar sus votos. Y me admira que gente que tiene que estudiar una carrera tenga tanto tiempo para divertirse y tanto dinero para salir rodas las noches. La sociedad, y los papás, hemos sido tan condescendientes, y a veces tan pacatos, que los niños, sin más mérito en ocasiones que sobrevivir a las diferentes asignaturas, han tenido coche, móvil, moto y hasta un Erasmus para cambiar de aires y exportar eso de lo que nos podemos sentir tan orgullosos: El "botellón".

Pues así nos va. Se llenan los pisos de las fincas habitadas por familias de grupos con estas premisas, y los patios de vecindad pueden llegar a ser terroríficos análisis sociológicos de quienes van a heredar la sociedad, a juzgar por sus gritos, conversaciones y convivencia. No entenderé nunca por qué no se hacen barrios a parte para que este colectivo desarrolle su vida, sus horarios y sus costumbres sin intersección ni interferencia con la sociedad "normal". Así ellos podrían divertirse sin que nadie protestara y los "pringaos" que tenemos que trabajar y creemos en la educación cívica podremos volver a poder descansar.

Uno de los pisos que dan a mi gran patio de vecindad está ocupado por un grupo de chicos de este tipo. Mientras uno friega o hace la comida puede escuchar sus "animalaes" expresadas entre eructos, gritos y sonoras carcajadas. Cosa que varía cuando reciben a los equipos visitantes femeninos, pues "les burraes" que sueltan las delicadas universitarias, sus gritos y otras estentoreidades dejan muy mal parado al supuestamente más delicado sexo femenino.

¿Dónde está la educación? ¿Qué ha pasado? Todos estos seres, tremendamente infantiles para la edad y el tamaño que tienen, tremendamente irresponsables aparentemente, se saben y cantan a gritos todos los anuncios de la tele. Probablemente nos digan que la política es un rollo,  y todos van correctamente mal vestidos de marca pija. Vienen de pueblos más o menos lejanos, y los viernes por la mañana (¿No tienen clase los viernes?) salen sumisos hacia su pueblo con el carrito de la ropa sucia para que se la lave y se la planche mamá, y vuelven los domingos por la tarde o los lunes por la mañana (¿No tienen clase los lunes?) con la ropa preparada, para otra semana de dura faena con el mismo sonoro programa.

Evidentemente, esto no es extensivo a todo el colectivo estudiantil, pero no me digáis que no conocéis casos como los que cuento.

Pues resulta que en mi patio, cuando estos gorilas estaban en plena y sonora preparación de la cena (muy sonora) les he puesto a Raimon. Mientras friego me pongo música, y esta vez tocaba Raimon. No he visto mayor silencio en el patio desde que puse a Monserrat Caballe cantando Norma. "Ostia, ¿qui és eixe?". les oía comentar. Porque cantaba en la lengua de su pueblo, en su valenciano:

Moltes vegades recorde 
les paraules que ell va dir, 

que només uns quants sentírem 
entre els riures dels companys, 
paraules que ara vos dic: 
"Si només els rics estudien, 
només els rics sabran, 
ens enganyaran amb qualsevol cosa: 
unes mamelles en cromo, 
uns culs fotografiats, 
quatre paraules solemnes 
i un futbol manipulat". 


Pude sentir que se quedaban pensativos, silenciosos. "No todo se ha perdido", pensé. ¡Por Dios! ¿Nadie les ha hablado a estos chicos de Raimon? ¿solamente conocen series americanas, programas de T5, mierdas de consumo? ¿Qué hemos hecho la generación de la transición para que nuestros valores estén tan arrinconados? 

Os seguiré contando cosas de los pisos de estudiantes que oigo y conozco...

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